Vuelvo la mirada a mi infancia y desentraño momentos de encuentro. Aquellos en los que confluyen ríos, montañas, prados sembrados, huertas, pipas de girasol, botijos, playas, sombras arbóreas, abuelos, bicicletas, piñas, lagartijas, chimeneas, tardes de parchís y tute en el jardín… y vienen a mí también los juegos y amistad en las calles y parques de los barrios de la gran ciudad. 

Momentos de libertad y de conexión conmigo misma y con los míos, los que me quieren, o me han querido y hoy ya no están, con las personas que me rodeaban y con el entorno en el que crecía. Momentos en los que miraba, como ahora aún miro, más allá, en una búsqueda de descubrimiento hacia el mundo y hacia mí. A veces, instantes en los que compartía confidencias esperando la llamada de mamá para volver a casa a cenar. Momentos y recuerdos de una infancia y una adolescencia en contacto directo con la Tierra. 

Me siento afortunada. Mi trayectoria personal y profesional, pese a vivir en una gran ciudad, me ha mantenido siempre muy cerca de la naturaleza. Mis sentidos han estado, y siguen estando, abiertos a descubrir la belleza natural que nos rodea y de la que somos parte.

Mi primera idea de estudiar Biología cambió tras una conversación con Josefina, una de las maestras que marcó mi vida. Eran años en los que estudiar una ingeniería parecía acompañarse de un seguro de prosperidad para el futuro y Josefina quería para su alumnado lo mejor. Las palabras de aquellos que admiramos nos marcan irremediablemente, para bien o para mal, y a mí me marcaron. Así, desterré la biología para adentrarme en una pequeña escuelita en la ciudad universitaria, curiosamente situada junto al gran y gris edificio de la Facultad de Ciencias Biológicas, donde acabé estudiando Ingeniería Técnica Forestal, forestales, esa carrera universitaria que nadie conocía,  y aún hoy muchos desconocen, y que me regaló esa continua conexión con mi ser, con mi naturaleza.

Fue allí donde descubrí que mi nombre ya venía marcando mi camino sin yo apenas percibirlo. Allí, emboscada, fui consciente de que Silvia significa bosque o selva y que, Corcheros, eran aquellos trabajadores destinados a descorchar los alcornoques en tierras extremeñas… ¿concidencias?, quizás… desde luego preciosas. Fue allí donde aprendí a reconocer e interpretar los árboles, los bosques, los montes, la fauna que los habitan, los daños que sufren, los beneficios que nos aportan, lo cerca y lo lejos que pueden estar de nosotros. Fue allí donde encontré el inicio del camino.

Mis primeras experiencias profesionales estuvieron relacionadas con los inventarios forestales. Así, tuve la suerte de pasar meses en los montes de Peguerinos, en plena Sierra de Guadarrama, tomando datos del entorno natural: midiendo distancias y tirando rumbos, contando y midiendo alturas y grosores de pinos silvestres, observando las piaras de jabalíes a primera hora de la mañana, disfrutando de la mirada profunda del águila imperial sobrevolándonos frecuentemente, escuchando el ladrido de los corzos en celo, observando la magia de los boletus abriéndose paso en el otoño, días que no olvidaré nunca y que siento como un auténtico regalo. Ese tiempo me permitió confirmar que soy feliz en contacto con los espacios naturales y que quería compartir con los que me rodeaban y rodean mi amor por la naturaleza.

Mi vinculación con la educación y divulgación ambiental, comenzó más tarde con el estudio de los árboles y los bosques singulares. Una trayectoria de gran crecimiento, donde tuve la oportunidad de aprender junto a grandes profesionales y de contactar con gentes de diferentes lugares en esa búsqueda de los seres más grandes, viejos, curiosos e históricos de nuestro patrimonio arbóreo y de transmitir ese enorme valor a grandes y pequeños. Más de diez años de una vida que, en su última etapa, coincidió con el mejor de los regalos que nadie puede tener, la maternidad. Y así llegó mi hijo Daniel y con él nuevos caminos que se abrían.

La revolución de la maternidad me llevó hasta la educación infantil al aire libre, a compartir los inicios de un proyecto educativo innovador en España. Un proyecto donde las niñas y los niños crecen, sienten, viven y aprenden en contacto directo con la naturaleza, un proyecto donde la naturaleza es el aula. Bosquescuela me ha ratificado la importancia de mantener, desde las primeras edades, ese contacto directo con la naturaleza que permite un adecuado desarrollo físico, cognitivo, social y emocional, raíces esenciales de toda la construcción futura.

En el verano de 2019 decidí concluir mi trayectoria en Bosquescuela para finalizar el Grado de Magisterio de Educación Infantil en la Universidad Internacional de La Rioja, complementar mi formación con el Especialista Universitario en Inteligencias Múltiples y Aprendizaje Cooperativo de Educando y la Universidad Camilo José Cela e iniciar este proyecto personal en el que seguir desarrollando mi propósito.

Esta web y este blog pretendo que sean lugares para compartir mis inquietudes y reflexiones acerca de la educación y la naturaleza, y ofrecer a la vez servicios, recursos e información de interés. Así espero poder ir recogiendo experiencias, estudios, referencias bibliográficas, actividades formativas, eventos e información variada para acompañar el encuentro nature&people.

Disfrutemos de nuestro ¡Wonderful World!….¡no nos alejemos de él!.

Os dejo, a modo de bienvenida, con este maravilloso vídeo orquestado bajo la batuta del gran David Attenborough. ¡Comenzamos!

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